lunes, 16 de junio de 2014

LA LENGUA POPULAR

Reflexiones en torno al uso de la lengua. Por Facundo Sánchez


Las palabras, esas partes de un código que permiten comunicarnos, darnos a entender, expresarnos de tal manera que los demás comprendan exactamente lo que pasa por nuestra cabeza, van más allá de lo que dice su significado en el diccionario. Podemos pensar, por ejemplo, en cómo nació el lunfardo. Fue allá por el siglo XIX en la zona del Río de La Plata, cuando en las cárceles los presos comenzaron a utilizar códigos para que los guardias no entendieran sus mensajes. Estas palabras luego se fueron popularizando, a la vez que sumaban aportes de los inmigrantes y de los mismos criollos. Creció tan rápido y de tal manera que dejó de ser ese código secreto, esa jerga, que era la idea inicial, y empezó a ser utilizada por la clase media baja. Luego, gracias principalmente a los tangos, se generalizó en la escala social porteña, hasta ser parte del lenguaje popular de los bonaerenses. 

Como vemos aquello fue lo que se llama un «argot», es decir, aquellas palabras que componen una jerga (variedad lingüística de un grupo), que cuando perduran en el tiempo, se convierten en un dialecto, o sea en palabras características de ciertas regiones. Hoy resulta normal escuchar estas palabras que nos identifican, y que en estos nuevos tiempos, gracias al uso de Internet y de la música, se van expandiendo por el país y por el mundo. 

Tucumán también tiene algunas particularidades. Por ejemplo, aquí el idioma sufre unas deformaciones características, como la supresión de la «s» y de las terminaciones verbales «ar» y «er», o la pronunciación arrastrada de la «rr». Así, se ven casos como  «deme do» por «deme dos», «tengo qu’ i a comé» en lugar de «tengo que ir a comer» o «vamo a jugá’l fulbo» en vez de decir «vamos a jugar al fútbol». Otro rasgo de nuestra provincia es el uso de palabras como «ancazo» —propinar un cabezazo—, «antarca» —palabra que proviene del quechua y que el diccionario de la Real Academia Española define como «de espaldas»—, entre otros muchos ejemplos. 

Estos movimientos en el lenguaje no son nuevos. Esta situación es tan antigua como el origen del idioma actual, recordemos que en lo que hoy es el territorio italiano nace la madre de las lenguas: el latín, que en sus inicios, en Roma, era una lengua activa y se mantuvo durante la Edad Media, la Moderna y hasta en nuestra época, aunque en menor medida. Lo que puso fin a esa lengua fue curiosamente el dominio del Imperio Romano, que ocupó desde la península Ibérica hasta el Rio Danubio. A cada lugar en que los romanos llegaban, el latín absorbía creencias, costumbres, y lenguajes. Estos lugares conquistados mezclaron sus lenguas con el latín y dieron origen a nuevas lenguas. Así nacieron el italiano, el francés, el catalán, el español, entre otros. 

En este sentido, quizá mañana nuestros nietos o bisnietos hablen algún dialecto, alguna variedad hecha de una mezcla de palabras de distinto origen. Una variedad puesta sobre el paisaje cultural y climáticamente distinto de nuestro país. Una riqueza, en suma.

Fuente imagen: recursostic.educacion.es

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